La piedra volvió a la Colina de Perros y cegó al albañil quien con dureza la golpeó con un martillo. Pronto, en la misma plaza, gracias al dinero de Mikolaj Los de Grodkow, empezó la construcción de la Iglesia de los trinitarios. Una vez construidos los muros, a la gente se le ocurrió la idea de rodar la piedra hasta la Iglesia y usarla para crear el altar. Sin embargo, pronto se hizo evidente que, a pesar de que se levantaron el edificio y el campanario , la iglesia nunca se construirá, dado que faltaba fondos suficientes para completar el interior. Unas décadas más tarde, Paweczkowski compró los muros de la iglesia y, tras tirar la piedra, convirtió el edificio a un palacio para sí mismo que hasta hoy está en la Colina de Perros.
Después de construir la Iglesia Ortodoxa en la Plaza de Lituania, la Piedra de mala suerte se encontró al lado de ella y causó la muerte de un soldado que cayó del campanario aplastando su cabeza en el superficie de esta maldita piedra. Las autoridades rusas, temiendo por la integridad de la Iglesia Ortodoxa en tal vecindad, desalojaron la piedra fuera de la ciudad. Durante la construcción de polvorín, la piedra se quedó puesta de alguna manera en los cimientos. Se sabe que, en el año 1919, el polvorín explotó.
La piedra estuvo 20 años sin ningún efecto. Al fin, se encontró en el rincón de la calle Jezuicka, en frente de la Puerta Trinitaria. Cuando llegó la guerra, los pilotos alemanes sobrevolaron Lublin lanzando bombas. Y así, la piedra mostró su fatalidad otra vez porque en la calle Jezuicka en la que ella estaba y la catedral a la que miraba a través de la salida de la Puerta Trinitaria hubo el mayor número de víctimas. Aunque el escuadrón hizo grandes círculos, las bombas cayeron principalmente en el radio de la actividad de la Piedra de mala suerte.
Hoy esta piedra- un auténtico perseguidor de la humanidad- todavía está situado en la esquina de la tranquila calle Jezuicka i se ríe y muestra la muesca que le ha dejado un hacha de un verdugo.