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Tesoro misterioso

Lo que sucedió una noche tormentosa

¿Si sin este apoyo nunca se habría construido la Iglesia de los Bernardinos?

La noche era oscura como alquitrán y el viento difundía un chaparrón sobre Lublin. En cuanto otro relámpago más disparó, iluminando con un resplandor cadavérico la plaza mercantil, también alumbró el carruaje que estaba frente al ayuntamiento. Todos los que se habían refugiado en el ayuntamiento temiendo la tormenta eran sorprendidos, ya que las puertas de entrada a la ciudad fueron cerradas hace tiempo y ningún carruaje podía entrar. Se asombraron aún más cuando vieron que el carruaje, enjaezado con dos bueyes ucranianos, no tenía cochero. En el carruaje había una caja.

Tan pronto como los lacayos, jadeando con dificultad, la llevaron al interior y la abrieron, saltaron de emociones. Estaba llena hasta el borde de oro y otros objetos de valor. Encima había una carta dirigida a Jakub Kwanta. Era él quien que, junto con Mikolaj, hijo de Krystyn y con Maciej Kuminoga habían regalado la tierra a los bernardinos para construir una iglesia de ladrillo. Inmediatamente, uno de los hombres del pueblo salió corriendo fuera del ayuntamiento para comprobar si no hay nada más en el carruaje. No vio ni el carruaje ni los bueyes y las puertas de la ciudad seguían cerradas.

-Doy estos tesoros para terminar la construcción de la iglesia- leyó Mikolaj, a quien los criados entregaron la carta. Y así, gracias a la misteriosa caja, se finalizaron la construcción de la iglesia y el monasterio que todavía están en la Plaza de la Libertad.

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